Al encontrarse la Luna tan cerca de la Tierra, la fuerza de marea que ejercía el satélite sobre el planeta era también mucho más intensa, llegando incluso a afectar los océanos de magma. El intenso efecto de la Luna funcionó como una fuente de calor para la Tierra, proporcionando energía extra en el calentamiento de los diferentes elementos radiactivos presentes en nuestro temprano planeta e influyendo en las formaciones geológicas del mismo.
Durante millones de años, la Tierra (al igual que la Luna y el resto del Sistema Solar) fue constantemente bombardeada por todo tipo de asteroides. Nuestro planeta, tanto por su tamaño como por su mayor fuerza de gravedad, fue azotada con mayor frecuencia y hoy la Luna nos brinda clara evidencia de aquello.
La ausencia de la llamada fuerza de marea sería una de las responsables de los cambios más significativos. La Luna afecta al material líquido del planeta y como todos sabemos, en especial la actividad de los océanos y las corrientes marítimas. Sin embargo, la corteza de nuestro planeta también se ve afectada por la actividad lunar, lo mismo con el clima. Esta fuerza brinda también un calentamiento significativo en la Tierra, disipa energía y actúa en el movimiento de las placas tectónicas.
Si la Luna repentinamente desapareciera, la altitud global y las corrientes de los océanos se modificarían considerablemente. El agua de estos se redistribuiría y tomaría dirección hacia los polos, lo que provocaría diversos problemas. En relación con el movimiento de la Tierra, también la Luna tendría un papel fundamental ya que la ayuda a estabilizarse y a mantenerse con el mismo movimiento mediante su influencia gravitacional.
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